Lo que odio de la blogosfera: ya he perdido la cuenta
I´m back! Por si habéis perdido la cuenta, esta es la tercera parte de la saga que saca a relucir las majaderías del universo
blogger e
instagramer. ¡Ojo!, no estoy ejerciendo de hater, yo siempre quiero la paz en el mundo, pero hay que reconocer que hay ciertas costumbres de las personas que dan la cara en los medios sociales que son, cuanto menos, absurdas. En esta lista vengo a recopilar, una vez más, esos sinsentido que seguro que alguna vez todos hemos cometido. Manías de este nuevo universo que se esfuerza por ser perfecto, pero que hace aguas por todos sitios.
Desde aquí solo intento arrojar algo de luz a cosas que se nos están yendo de las manos y de las cuales querría que reflexionarais. Si no habéis leído las otras recopilaciones os las dejo por aquí, igual estáis de acuerdo en algo conmigo:
Lo que odio de la blogosfera y
Lo que odio de la blogosfera: el retorno
Sin más, os dejo con otros tantos tips de las cosas que odio de la blogosfera. ¿Con cuántas has pecado?
* El síndrome de la foto perfecta: aquí voy a ir entonando el
mea culpa. ¿Quién no ha hecho esperar a sus amigos en un restaurante porque tiene que instagramear la foto de lo que estáis comiendo?, ¿quién no se ha enfadado con su novi@ porque eres pesadísim@ pidiendo fotos en vuestros viajes? To-dos, todos los que juegan a este juego de las redes han cometido este error alguna vez pero creo que ya nos estamos yendo de madre. Entiendo que quieras hacerte una foto bonita y original delante de la Torre Eiffel, que quieras salir estupenda tirando una moneda en la Fontana di Trevi, pero párate a pensar en el valioso tiempo que estás desperdiciando en hacer todo esto.
He llegado a escuchar que hay gente que necesita tirar 700 fotos para conseguir una que le guste, y me parece una auténtica barbaridad. Viajar con el único objetivo de mostrar tu disfrute en las redes sociales es una de las cosas más absurdas a las que nos enfrentamos en esta sociedad del postureo.
Desde aquí te doy un consejo: disfruta. Olvídate de sacar perfecto el plato de pasta que te estás comiendo, olvídate de fotografiar todo lo que vas viendo en Oxford Street y empápate de la ciudad tal y como lo hacíamos antes.
*Hablarle al móvil como si fuera mi amigo: de verdad, ¿no has da vergüenza andar por la calle diciendo tonterías a la pantalla del móvil? El tema de contar nuestra vida en el Stories de Instagram se nos está yendo de las manos y los expertos advierten de la cantidad de gente que parece imbécil hablándole a una pantalla mientras camina por la calle. Yo al menos no le encuentro sentido, primero porque no me importa lo que te hayas puesto esta mañana para ir a trabajar, y segundo porque cualquier día os coméis una farola y si el dentista os cuesta lo mismo que a mí, ya podéis ir ahorrando.
*No dejo nada a la imaginación: no creo que el baño de sus hijos sea un buen momento para grabar un stories, no creo que comercializar tu boda, tu viaje de novios y hasta la comunión de tu pequeño sea algo demasiado ético, y un largo etc... De verdad, me parece muy triste sacar provecho de un día tan íntimo como en el que te comprometes con alguien para toda la vida, y esto es solo un ejemplo. Creo que debemos aprender a poner unos límites que llevan tiempo dispersándose porque no hay que compartirlo todo.
*Piernas kilométricas: de repente todo el mundo en Instagram tiene las piernas de Alessandra Ambrosio. Sí, claro. Más allá del truco de la postura y de jugar con los planos picados como si fuéramos unos auténticos expertos en fotografía, hay aplicaciones con las que puedes "estirar" tu figura y pasar del metro sesenta a la altura de Karlie Kloss en dos sencillos clics. La cuestión es que ya nos estamos percatando del abuso de este tipo de apps en las fotos y nos alejan muchísimo de la realidad.
Hasta aquí llegar mi tercer recopilatorio, ¡y que queda por venir! De verdad, no solo tenéis que observar y reflexionar sobre todas las cosas que se hacen mal en las redes sociales, y todas las cosas que pueden hacerse bien. Las redes son colaborativas, nos acercan a las personas y es necesario que en ellas se plasme la realidad dejando al lado esa obsesión por tener la casa como una editorial de la revista AD o por tener una vida perfecta, cuando todos sabemos que no es así.
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